martes, 4 de noviembre de 2014

ANOTACIONES DE CINE





Ayer vi una película notable: El lobo de Wall Street, de Martin Scorsese. Durante la primera mitad se despliega un mundo indecente, vociferante y  maldecidor cuyo fin vital es la acumulación de dinero. A punto estuve de claudicar; pero con esta fe que he desarrollado en persistir por si la gema está escondida un poco más allá del ecuador (o mi cerebro necesita más tiempo para hacerse con el sentido de las imágenes), seguí y me encontré con una comedia brutal (porque sobrepasa lo negro) que ilustra muy bien el ambiente en donde crece y florece el 'terrorismo financiero' (en feliz designación de Moreno Yagüe, abogado del 15MpaRato).


Todo es desmesura y vacío, huida y ansiedad angustiosa; un clima infernal, como un tema de El Bosco trasladado al siglo XXI. La esencia de la avaricia llevada al cine. Admirable la capacidad del director para transmitir esa locura: avaricia en el vértice y codicia en la base (y aquí pienso en los trabajadores votantes del partido político más reaccionario y depredador, eligiendo como representante al corrupto probado) formando una pirámide podrida que puede, no sólo sobrevivir, sino ser el motor de la economía. Y en ese vértice, los personajes viviendo en un vértigo continuo, perdiendo su cualidad de humanos en una regresión evidente (es genial la canción tribal que 'los brokers' entonan como un himno, dándose golpes de pecho). Tiene muchos aciertos la película y da algunas pistas para comparar con nuestra realidad: cómo la policía tira del hilo de los compinches partiendo de las celebraciones de bodas y los paseos en yate, o los viajes a Suiza de terceros para transportar dinero.

¡Qué familiar suena todo esto!

sábado, 13 de septiembre de 2014

ANOTACIONES: De Martín Garzo a Munro.



 ENTRE LECTURAS


En el periódico leo a Martín Garzo: escribe sobre sus apreciaciones después de leer o releer el Decamerón. Es como un oasis en medio de tanta basura interesada: la Diada (esa preocupación por los pliegues de tu gorguera cuando el aire que te envuelve ya no tiene oxígeno), las chalanerías que rodean el caso Pujol, las trapacerías de la banca y el elogio al banquero muerto hace dos días.

La literatura es un refugio, efectivamente; no exactamente para esconderte, sino para rodearte de lo que eliges y ponerte a salvo. Voy cambiando de paisaje: paso de una preciosa introducción que reflexiona sobre la difícil frontera entre la realidad y la ficción en Look homeward, Angel, a una de las inquietantes historias de mujeres de Alice Munro. La primera lectura la hago por la tarde, tiempo para el que reservo obras de más difícil acceso; la otra por la noche, antes de dormir.

Escribe Thomas Wolfe:

But we are the sum of all the moments of our lives--all that is ours is in them: we cannot escape or conceal it.  If the writer has used the clay of life to make his book, he has only used what all men must, what none can keep from using.  Fiction is not fact, but fiction is fact selected and understood, fiction is fact arranged and charged with purpose. 


Por su parte, Wenlock Edge, el relato de Munro, es sutil y no pude reflexionar sobre él anoche porque arriesgaba mi entrada en el sopor. Ahora intento saber qué es lo que realmente subleva a la protagonista de ese incidente tan desasosegante (cenar con un desconocido que la obliga a desnudarse y leer después para él unos poemas): si la humillación de exhibir su cuerpo frente a un testigo correctamente vestido que la observa, o contaminar los poemas que ella conocía y admiraba con esa imagen degradada; lo que la apartará de ellos. Y esto enlazaría con la idea del principio: alguien viola el refugio y pervierte algo que sobrepasa la intimidad de tu cuerpo desnudo. ¡Qué grande eres, Munro!


Milagros González Á.

lunes, 12 de mayo de 2014

ANOTACIONES SOBRE EL ABATE DE VOISENON



LOS EJERCICIOS DE DEVOCIÓN....


Por uno de esos saltos mentales a los que llego a través de un rosario de casualidades, me da por coger esta tarde un libro del estante más alto: Los ejercicios de devoción del caballero Enrique Roch con la señora duquesa de Condor, obra escrita en francés por el famoso y libertino Abate de Voisenon, y durante dos horas me sonrío, me asombro, me sale alguna carcajada y disfruto, disfruto con este abate ilustrado, amigo de Voltaire, descreído y vital que escribe, con una elegante desinhibición que para nuestros días quisiéramos, la fórmula para quitarle los desvanecimientos a una devota. La conclusión del proceso resulta ser beneficiosa para la interesada y para la sociedad:

Diremos además que la duquesa quedó para in aeternum curada de desmayos; que al siguiente día su marido volvió del campo, y que a los nueve meses tuvo ella un chiquitín que fue la dicha de las dos familias.


Y lo que todavía necesitamos referir al lector es que en la misma tarde del desenlace de esta historia verídica fue la señora a la comedia del Tartufo;  que viendo esta comedia se le quitó la venda de los ojos: cayó en la cuenta de que su padre confesor era un bribón y un pícaro que, para seducirla fácilmente, la hacía imbécil. De beata insoportable que antes era, se cambió en discreta mujer, muy sociable en su mundo, muy atenta en su casa, muy buena e indulgente con sus criados. Leyó libros profanos y pronto un claro juicio y un espíritu alegre iluminaron su razón atrofiada por las gazmoñerías y la fe cominera.
Dejó la silla que tenía en la iglesia y tomó un palco en el Teatro Francés; no dio más a los curas y a los frailes sumas cuantiosas por decir misas, por refrescar el calor de las ánimas y por encender cirios en pleno día, lo cual, a más de ser un gasto inútil es una cosa en extremo ridícula; pero mandó generosas limosnas a las cárceles de París y a los humildes hospitales; lo que gastaba en mantener a innumerables monjas holgazanas fue gastado en poner farmacias en sus extensas y lejanas tierras para provecho y bien de sus vasallos campesinos.
 
En fin, un gran ejemplo del "enseñar deleitando". ¡Ah, y las Notas edificantes y recreativas del final escritas por un tal Meunier de Querlon, son igualmente sabrosas: intentando aclarar la enrevesada institución celestial, a cuento de una cita a los 'querubines' dice:

[...] Quien quiera conocer a fondo la jerarquía de tales seres, puede leer la obra escrita por un doctor de la Sorbona sobre las alas de los querubines. Esta obra que valió a su autor el sobrenombre de Doctor alado, no se compone más que de nueve volúmenes en folio; es el colmo del genio haber metido tantas cosas, y tan interesantes, y tan útiles, en tan pocos volúmenes.
 
 
Y ahora me pregunto ¿por qué coloqué este libro en el estante más alto? ¿No tendré yo también algún rastro de devoción?