martes, 4 de noviembre de 2014

ANOTACIONES DE CINE





Ayer vi una película notable: El lobo de Wall Street, de Martin Scorsese. Durante la primera mitad se despliega un mundo indecente, vociferante y  maldecidor cuyo fin vital es la acumulación de dinero. A punto estuve de claudicar; pero con esta fe que he desarrollado en persistir por si la gema está escondida un poco más allá del ecuador (o mi cerebro necesita más tiempo para hacerse con el sentido de las imágenes), seguí y me encontré con una comedia brutal (porque sobrepasa lo negro) que ilustra muy bien el ambiente en donde crece y florece el 'terrorismo financiero' (en feliz designación de Moreno Yagüe, abogado del 15MpaRato).


Todo es desmesura y vacío, huida y ansiedad angustiosa; un clima infernal, como un tema de El Bosco trasladado al siglo XXI. La esencia de la avaricia llevada al cine. Admirable la capacidad del director para transmitir esa locura: avaricia en el vértice y codicia en la base (y aquí pienso en los trabajadores votantes del partido político más reaccionario y depredador, eligiendo como representante al corrupto probado) formando una pirámide podrida que puede, no sólo sobrevivir, sino ser el motor de la economía. Y en ese vértice, los personajes viviendo en un vértigo continuo, perdiendo su cualidad de humanos en una regresión evidente (es genial la canción tribal que 'los brokers' entonan como un himno, dándose golpes de pecho). Tiene muchos aciertos la película y da algunas pistas para comparar con nuestra realidad: cómo la policía tira del hilo de los compinches partiendo de las celebraciones de bodas y los paseos en yate, o los viajes a Suiza de terceros para transportar dinero.

¡Qué familiar suena todo esto!

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