Hay un eco en Rayuela que no se acababa de definir en mi cabeza y que intuía fundamental. Al leer la alusión a los ‘idola fori’:
Y todo eso tan ridículo y gregario podía ser peor todavía en otros planos, en la meditación siempre amenazada por los idola fori, las palabras que falsean las intuiciones, las petrificaciones simplificantes, los cansancios en que lentamente se va sacando del bolsillo del chaleco la bandera de la rendición. (Cap. 48)
me fui a husmear lo escrito por Francis Bacon y encontré que el Novum Organum es inteligible y trata de combatir todos los prejuicios que hasta entonces habían impedido avanzar el pensamiento. Sabemos que lo logró en lo que se refiere a la investigación científica; sin embargo, no consiguió introducir algo de aquel método en el campo de la comunicación humana.
Me estoy refiriendo, por ejemplo, a los falsos historiadores que tergiversan y logran difundir un pasado manipulado. O aquellos que hacen pasar por lógico lo que a todas luces va contra el más simple razonamiento.
Francis Bacon, que nació el mismo año que Góngora, establece cuatro especies de ‘ídolos’ que enturbian el espíritu humano e impiden su avance:
- Los ‘idola tribus’, que tienen su origen en la misma naturaleza del hombre y en la tribu o género humano.
- Los ‘idola especus’ que tienen su fundamento en la naturaleza de cada individuo.
- Los ‘idola fori’ que provienen de la reunión y de la sociedad de los hombres.
- Los ‘idola teatri’, que no son innatos en nosotros, ni furtivamente introducidos en el espíritu, sino que son las fábulas de los sistemas y los malos métodos de demostración los que nos los imponen.
Más adelante, va focalizando y escribe:
Los más peligrosos de todos los ídolos, son los del foro, que llegan al espíritu por su alianza con el lenguaje. Los hombres creen que su razón manda en las palabras; pero las palabras ejercen a menudo a su vez una influencia poderosa sobre la inteligencia, lo que hace la filosofía y las ciencias sofisticadas y ociosas. El sentido de las palabras es determinado según el alcance de la inteligencia vulgar, y el lenguaje corta la naturaleza por las líneas que dicha inteligencia aprecia con mayor facilidad. Cuando un espíritu más perspicaz o una observación más atenta quieran transportar esas líneas para armonizar mejor con la realidad, dificúltalo el lenguaje; [...]
Leído esto, el comentario de Cortázar es, en mi opinión, de lo más oportuno; hoy, casi cincuenta años después de la publicación de su novela, nuestro mundo ha sido invadido por los ídolos. Las palabras se pulsan como botones mágicos que desencadenan una reacción automática. La verosilimilitud de las frases se sustituye por la difusión y la repetición, que es lo que las sanciona como evidentes.
No hay método en la comunicación entre humanos, no hemos encontrado todavía el método para transmitir que es urgente armonizar mejor con la realidad e identificar, denunciar y abolir las petrificaciones simplificantes.
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