viernes, 26 de febrero de 2016

Anotaciones sobre dos relatos de Carson McCullers




Hay momentos en los que un autor, quizá ya desaparecido, probablemente habitante de un lado del mundo que nunca visitarás, se pone en contacto contigo y te habla en la intimidad de asuntos que te conmueven y, a través de tus ojos, se abre un canal de comunicación tan rico como nunca pudiste establecer con un semejante al que puedes tocar.

Había oído hablar de Carson McCullers, pero ni siquiera era de capaz de adjudicarle una nacionalidad, ni siquiera sabía que era una mujer: era simplemente un nombre ligado a la literatura. Un artículo de Gustavo Martín Garzo en el periódico me llevó a leer Frankie y la boda: "¿por qué ya no se escriben novelas así?" escribe este hombre que entiende los matices de la literatura como pocos. Y yo, arrastrada por su opinión, que siempre me ha abierto caminos, me sumergí en el mundo de Frances, Frankie, F. Jasmine, esa niña que está abandonando la infancia y tantea su nombre, su ansiedad, su deseo, intentando salir de un aislamiento que no soporta. Una mezcla de ingenuidad, ironía y una exquisita sensibilidad borbotea en las páginas y logra invocar un ambiente que te impregna: te sientas a la mesa con la admirable Berenice que, como un oráculo, ocupa en la cocina su púlpito de la experiencia exhibiendo una lógica aplastante (aquella que poseen las mentes limpias) y una gran capacidad para captar el sentido de la realidad: "las cosas se acumulan en torno a tu nombre" le advierte a Frankie cuando esta manifiesta su deseo de cambiar de nombre. Frankie, F. Jasmine, como a ella le gustaría llamarse, busca un asidero a su desconcierto y lo encuentra en la idea más peregrina: incorporarse a la pareja de su hermano y su novia que están a punto de casarse, ser un miembro de ese equipo (aquí conviene decir que el título del relato en inglés es The member of the wedding, que pierde toda relación con el tema en la traducción al español). La expresión de ese deseo en la voz de Frankie es absolutamente genial: se condensa en la extraña (o dislocada) frase "They are the we of me" (ellos son mi nosotros).

Y con un movimiento envolvente esta escritora superdotada te transporta al desconcertante momento de la adolescencia que probablemente tengamos enterrado en la memoria.

Pero lo que me ha llevado a escribir estas notas es la impresión que me produjo la lectura de un párrafo de otra de sus novelas: La balada del café triste, un título seductor para una historia de seres que no se ajustan a la norma. Me encuentro en ella a Miss Amelia, una mujer fuera de lo común en tamaño, fuerza y dureza de carácter, que no encaja en ningún molde femenino. Cuando en el pueblo aparece un hombre también fuera de lo común: un enano jorobado, Miss Amelia siente por él una atracción inmediata. El nacimiento súbito de esta delicada emoción en un corazón hasta entonces yerto, esa misteriosa alteración interior parecida a una reacción química, queda ilustrado magistralmente en un párrafo que copio en inglés y traduzco en paralelo para no perder de vista el texto original y poder saborear el ritmo de las frases:


The whisky they drank that evening (two big bottles of it) is important. Otherwise, it would be hard to account for what followed. Perhaps without it there would never have been a café. For the liquor of Miss Amelia has a special quality of its own. It is clean and sharp on the tongue, but once down a man it glows inside him for a long time afterward. And that is not all. It is known that if a message is written with lemon juice on a clean sheet of paper there will be no sign of it. But if the paper is held for a moment to the fire then the letters turn brown and the meaning becomes clear. Imagine that the whisky is the fire and that the message is that which is known only in the soul of a manthen the worth of Miss Amelia's liquor can be understood. Things that have gone unnoticed, thoughts that have been harbored far back in the dark mind, are suddenly recognized and comprehended. A spinner who has thought only of the loom, the dinner pail, the bed, and then the loom again this spinner might drink some on a Sunday and come across a marsh lily. And in his palm he might hold this flower, examining the golden dainty cup, and in him suddenly might come a sweetness keen as pain. A weaver might look up suddenly and see for the first time the cold, weird radiance of midnight January sky, and a deep fright at his own smallness stop his heart. Such things as these, then, happen when a man has drunk Miss Amelia's liquor. He may suffer, or he may be spent with joybut the experience has shown the truth; he has warmed his soul and seen the message hidden there.

El whisky que bebieron esa noche (dos botellas) es importante. De otra manera sería difícil dar cuenta de lo que ocurrió después. Quizás sin él nunca habría habido un café. Porque el licor de Miss Amelia tiene una cualidad especial: es limpio y penetrante en la lengua, pero una vez que un hombre lo traga resplandece dentro de él durante mucho tiempo. Y eso no es todo. Es sabido que si se escribe un mensaje con zumo de limón en una hoja de papel en blanco, no dejará huella. Pero si se mantiene el papel durante un momento cerca del fuego, entonces las letras se vuelven marrones y el mensaje aparece. Imaginad que el whisky es el fuego y que el mensaje solo lo conoce el alma de un hombre, entonces el valor del licor de Miss Amelia puede entenderse. Las cosas que han pasado inadvertidas, los pensamientos que se han refugiado muy atrás en la mente oscura, de repente se reconocen y comprenden. El hilandero que ha pensado solamente en el telar, la cena, la cama y luego de nuevo en el telar; este hilandero podría beber un poco un domingo y tropezarse con un lirio del pantano. Y podría colocar esta flor en la palma de su mano para examinar la delicada copa de oro, y de pronto podría embargarle una dulzura aguda como un dolor. Un tejedor podría mirar hacia arriba de pronto y ver por primera vez el frío, extraño resplandor del cielo de medianoche en enero, y un profundo temor por su pequeñez pararía su corazón. Cosas como estas, entonces, suceden cuando un hombre ha bebido el licor de Miss Amelia. Puede que sufra o que lo viva con alegría, pero la experiencia ha mostrado la verdad; ha calentado su alma y ha visto el mensaje escondido.




Milagros González Á.

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