Hoy leo en los periódicos:
"Documentos del franquismo prueban la implicación del
régimen en el asesinato de García Lorca".
Y una estampa terrible se abre
paso en mi cabeza: en ella reconozco muchos de mis miedos de adolescencia y
juventud cuando empecé a entrever el horror que mis padres callaban y solamente
se proyectaba en los silencios de piedra ante cualquier palabra que tocase
levemente el círculo de acero con que habían aislado sus terribles recuerdos de
la guerra.
Caballito negro.
¿Dónde llevas tu jinete muerto?
"Lorca fue asesinado tras 'haber confesado', según la
policía franquista".
Oigo un alarido de horror que sale de miles de
gargantas que confesaban estar viendo el infierno y siguieron confesando, en
todos los tonos que el horror admite, todas las culpas que caben en los retorcidos
circuitos encerrados en algunos cráneos con pistola al cinto.
En la luna negra,
¡un grito! y el cuerno
largo de la hoguera.
En la luna negra,
¡un grito! y el cuerno
largo de la hoguera.
"Documentos policiales prueban el asesinato de Lorca por homosexual".
Siento tactos fríos, viscosos, como el cañón de una pistola
con restos de grasa o sangre, jugando entre los pliegues de cuerpos
petrificados por el asombro, juguetitos siniestros en manos de monstruos que
acariciarán después públicamente los rostros de los niños.
Caballito frío.
¡Qué perfume de flor de cuchillo!
Caballito frío.
¡Qué perfume de flor de cuchillo!
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