martes, 2 de noviembre de 2021

POETA CHILENO, un hermoso relato de Alejandro Zambra

 
    La primera sensación al abrir el libro es el encuentro con un vocabulario distinto, sonoro y rico, que me transporta a un mundo que es y no es el mío: tincudo, copuchar, pololo, polola y pololear (me encanta esta palabra), jote, chucheta, calugazo, fome y fomedad, croquera, chasquilla, condoro... y a imaginar sabores: hallulla con palta, marraquetas, queques, kúchenes, cuchuflíes y lollipops. La lista es abundantísima y mi primer impulso de consultar el diccionario a cada paso se va debilitando porque me impide seguir el hilo fluido de la narración ─una de sus mayores virtudes─, así que el primer gol me lo ha marcado el señor Zambra obligándome a respirar su atmósfera genuinamente chilena desprotegida de la armadura cultureta, señalándome el territorio preciso del que no quiere que salga. Y tiene razón, la intuición suple eficazmente a la Academia.

    Un principio sin grandes sobresaltos narrativos va tomando cuerpo y conformando un estilo personal ágil y muy bien trabado con el que se sintoniza fácilmente; y la ingeniosa intromisión de la voz del autor ─en contadas pero acertadísimas ocasiones─ confesando su proceso creativo, me enlaza con una sensación muy cercana a la de la  amistad.

    Si en un futuro alguien desease conocer el contexto social de principios del siglo XXI y sus vacilaciones, este relato podría ilustrarlo: las nuevas identidades aflorando y conviviendo se incorporan con toda naturalidad y ciertas situaciones, cada vez más frecuentes, buscan su documentación: por ejemplo, una familia no canónica precisa encontrar la palabra que la identifique, ¿quizá 'familiastra'? Sonrío cada vez con mas frecuencia y llega un punto en que esta lectura se convierte en poco recomendable para la noche en una cama compartida porque las carcajadas reprimidas mueven el colchón.

    Pero no se trata de un libro cómico, es una historia que recorre distintos registros emocionales. Como en toda obra expuesta a los demás, quien mira, escucha o lee puede interpretar el tema según su buen (o mal) entender. En mi opinión esta historia está llena de sugerencias que me llevan a pensar que trata de la génesis de un ser destinado a comprender el mundo a través de la poesía; del nacimiento, formación y consolidación del poeta chileno. Y por tanto, los detalles de la vida de su protagonista más joven, su concepción, infancia y relación con el amor y los libros se pueden trasponer al plano teórico de la literatura y sacar unas conclusiones estupendas y
por qué no posibles: ¿son los padres de la poesía chilena menos fundamentales de lo que se supone? ¿nace un poeta chileno, no del germen de los grandes (padres biológicos), sino de la convivencia con los poetas menores (padrastros enamorados de la madre-inspiración genuina)?

    Aunque la cuestión más importante es que simultáneamente a este acercamiento a la esfera de los poetas ─nada grandilocuente, muy doméstico, muy ameno─ lleva a quien lee a asumir su punto de vista y sentir la fascinación de las imágenes que las palabras son capaces de evocar. Y en este sentido el libro, además de presentar una divertida galería chilena de poetas vivos, también podría funcionar como una antología condensada, sobre todo en su parte final, donde van apareciendo nombres y títulos que rinden homenaje a muchos autores.

    Y, por cierto, esta parte final, el capítulo Parque del recuerdo ─que es, además de un libro de poesía sin éxito, un cementerio─ logra un tono íntimo y auténtico que deja una resonancia conmovedora. Como si el poeta frustrado, lector voraz, maestro y guía literario, explicase con una narración abierta en prosa toda la nostalgia que puede encerrar un único verso logrado.