martes, 17 de septiembre de 2013

Recorte: Las intuiciones constatadas

 Hace un par de noches hablaba (por hablar) con una mujer recientemente despedida de su trabajo de este aspecto de la realidad: la máquina, cada vez más perfecta, no libera al hombre sino que lo desplaza y margina. Evidentemente esto es una aberración que no podrá mantenerse por mucho que se resistan los pocos que se benefician de ello. Ambas asentíamos a nuestros mutuos razonamientos, muy intuitivos, claramente básicos, que hoy pueden estructurarse mejor con la lectura de este estupendo artículo:

Las formas de la desigualdad

José María Ruiz Soroa - 17 Sep 2013


Escribía el sociólogo Barrington Moore que la desigualdad ha sido un hecho universal en las sociedades humanas dotadas de escritura. Por ello, lo más interesante de este fenómeno no es tanto su pura constatación, ni siquiera la medición del grado cuantitativo que alcanza, sino el estudio de las formas concretas que adopta la desigualdad en cada sociedad y época concretas, así como los principios que cada cultura utiliza para legitimarlas a los ojos de sus miembros.
Dado que la desigualdad económica ha vuelto a ser un tema de actualidad, resulta conveniente analizar las formas más llamativas que adopta esa desigualdad hoy en día en una sociedad europea como la española. Porque si la desigualdad es una constante, las desigualdades son distintas: si hablamos solo de la primera de una manera genérica corremos el riesgo de recaer en clichés manidos que poco aportan a la comprensión de la realidad, por muy cargados de emoción que estén. Así sucedía hace poco en este diario con un autor que celebraba el redescubrimiento de que en la sociedad existen las clases que Marx estudió en su momento. Un hallazgo de más que dudoso valor.
Aquí queremos contextualizar en su particular diversidad dos de las más llamativas desigualdades económicas que tienen lugar entre nosotros. La primera, la de ese reducido estrato social que acapara una porción de renta descomunal por relación a su tamaño numérico, los que se suelen denominar como “upper-class”, y que en lenguaje más popular son “los ricos”. La segunda, la del amplísimo estrato de los que están excluidos del trabajo suficientemente remunerado, bien por hallarse en paro bien por poseer empleos que no proporcionan un nivel de vida digno.