Hoy me he dirigido al estante de la literatura francesa. Allí reposaba un libro de
Balzac con una portada magnética: un joven de ojos grandes que mira hacia otro
lado y sobre cuyo elegante traje se lee: La
Peau de chagrin. Con la osadía que me caracteriza en estos menesteres me
he lanzado a su lectura en francés y, tras las primeras páginas con
diccionario, he decidido dejar traducir a mi instinto las voces desconocidas.
El resultado ha sido estupendo porque me he metido en la historia sin esfuerzo,
y al comparar mi traducción mental con alguna que he cazado en Internet, en
prestigioso sitio universitario (eso sí, al módico precio de 1 euro), me reafirmo
en la idea de que la traducción es, en un alto porcentaje, adulteración. Para
empezar, esa estúpida Piel de zapa
con que titulan la obra en español destruye el sentido que es precisamente el
espíritu del libro: la ‘chagrin’ en todas sus acepciones y con todos sus
matices de debilitamiento sentimental y moral. Por otra parte, nunca había oído
mencionar esa rara ‘piel de zapa’ que el diccionario define como “Piel de la
parte ventral de la lija u otro pez escualo”, con lo que ni siquiera se acomoda
a la que en el libro se describe como de un asno salvaje, el onagro, con connotaciones
mágicas.
Todo me ha sorprendido en la lectura: la catarata que es la escritura de
Balzac, sus frases gigantescas que no pierden en su desarrollo ni sentido ni
armonía (¡ah¡ qué gran ejercicio sería para muchos escritores estudiarlas). Su sólida
formación que le permite manejarse en campos muy diversos (por cierto que
tengo que enseñar a Jaime sus observaciones sobre el geólogo Cuvier, en la
página 24, que descubren una lógica poética en sus teorías científicas). Y
detectar que esta obra es un claro precedente de El retrato de Dorian Gray,
que Wilde publica sesenta años después, en 1891.
En fin, una fértil reflexión sobre la ansiedad vital que
hunde sus raíces en la conciencia de la muerte. En este sentido, el talismán
elegido, una piel curtida que va encogiendo y mostrando el agotamiento de la
vida del protagonista a medida que este consigue sus deseos, da al relato más
dramatismo, porque la agonía (o el infierno) está en el miedo a la muerte:
‘chagrin’ para la que no existe antídoto.
Toujours en opposition avec lui-même, trompant ses espérances par ses maux présents, et ses maux par un avenir qui ne lui appartient pas, l’homme imprime à tous ses actes le caractère de l’inconséquence et de la faiblesse. Ici-bas rien n’est complet que le malheur.
Milagros González Á.